Este viejo adversario despide a un amigo

¿Cuántas veces habrá soñado Mourinho con un Barça sin Guardiola? Seguramente muchas, y de todas las maneras posibles. Sin embargo una vez concretada, la salida de Pep también deja vacío al portugués. “¿Y ahora qué?”, estará pensando desde algún lugar de Madrid. Los clásicos no volverán a ser lo mismo, y el fútbol tampoco.

Con los años esta generación podrá decir que vio jugar al mejor Barcelona de todos los tiempos. Y probablemente también al mejor equipo de la historia. Guardiola fue el arquitecto de la maqueta perfecta. El padre de la criatura excesivamente ejemplar que tenía su contrapunto en los matones de Real Madrid. Todo eso se diluyó con la partida de Pep; ya no habrá en cada clásico un bueno y un malo sin él en el banquillo del Camp Nou. Ni un equipo que aborrecer y otro que aplaudir por sus actitudes. Uno deja de ser sin el otro.

El fútbol perdió un paradigma sin igual. Es definitivamente el fin de una era. Podrá existir un equipo mejor, pero irremediablemente será diferente. Podrá incluso algún día regresar Guardiola, pero la historia ya no será la misma. Milan no volvió a ser sin Sacchi; ni Holanda sin Michels. Tampoco Hungría sin Sebes. Este Barcelona fue galáctico. Trece títulos sobre dieciséis posibles. Puso altísimo el listón haciendo rutina la excepcionalidad y construyendo un mito en torno a Messi, Xavi, Iniesta y compañía.

A partir de ahora a Mou no le ganará la ansiedad en la noche previa de cada partido frente a Barcelona. No tendrá que romperse la cabeza pensando chicanas que saquen de quicio al correctísimo Guardiola, ni tácticas perfectas para frenar a los poetas hábiles que coincidieron en tiempo y espacio para maravillar al mundo. Barcelona podrá seguir ganando y seguramente lo haga, pero Vilanova no es rival para el portugués. El verdadero rival abandonó esta mañana, y sin embargo no hubo ganadores. Por el contrario, todos perdieron. Incluso el puto amo.