jueves, 9 de agosto de 2012

El brujo húngaro


El inabarcable currículum de Béla Guttman como entrenador registra un vacío entre 1939 y 1945. Ferviente defensor del sionismo, el húngaro que ya había tenido que huir hacia Austria en su etapa de futbolista, debió abandonar su país natal no bien comenzada la Segunda Guerra Mundial, cuando Hungría firmó el Pacto Tripartito y la Alemania Nazi promovió el exterminio de judíos en todo el territorio dominado por el Eje. Su destino durante esos años es incierto, dado que Guttman, marcado por el recuerdo de un hermano que perdió la vida en un campo de concentración, jamás quiso revelar en qué sitio había sobrevivido a los horrores de la guerra. Cada vez que era consultado sobre el tema, respondía solamente con tres palabras: “Dios me ayudó”. 
Durante toda su vida Guttman se empeñó en denunciar los crímenes del Holocausto e incluso se mostró siempre dispuesto a colaborar en la cacería de criminales de guerra nazis, aunque su fama mundial se la debe principalmente a su impagable aporte como entrenador. Padre -junto a Gusztáv Sebes- de la escuela futbolística húngara que dominó el mundo en la primera mitad del siglo XX, implantó también el sistema 4-2-4. Dirigió en doce países distintos (entre ellos Argentina, donde fue director técnico de Quilmes en 1952) y se consagró campeón en cuatro de ellos (Hungría, Brasil, Portugal e Italia). Sin embargo logró verdadero reconocimiento en Benfica, con el que obtuvo dos Copas de Europa consecutivas que interrumpieron la hegemonía del Real Madrid de Di Stéfano, Puskás y Gento. 
La primera de ellas fue la de la temporada 1960/1961, en la que Benfica obró el otro milagro del Estadio de Berna al derrotar en la final a Barcelona. Los catalanes habían dejado en el camino a Real Madrid en semifinales y la victoria parecía segura si se tenían en cuenta los nombres. Sin embargo Luis Suárez y los húngaros Sándor Kocsis y Zoltán Czibor no fueron suficientes para frenar a José Águas y Mário Coluna. El 3 a 2 le dio a las Águilas su primer gran título continental. Además, ese mismo año se consagraron campeones de la Liga portuguesa.
Para la temporada siguiente Benfica sumó un futbolista mozambiqueño que San Pablo de Brasil había rechazado. José Bauer, que había sido dirigido por Guttman en el equipo paulista, se cruzó de casualidad con el entrenador en una barbería de Lisboa y le habló de un tal Eusébio. El húngaro ordenó a sus colaboradores seguir la progresión del hallazgo de Bauer y luego de verlo en acción decidió ficharlo inmediatamente. 
Con Eusébio en cancha el conjunto benfiquista se hizo imparable. Guttman volvió a llevar a su equipo a la final de la Copa de la Europa y derrotó sin atenuantes a Real Madrid. La Pantera de Mozambique, que anotó dos goles en el 5 a 3 de Benfica, fue clave para que los portugueses lograsen el bicampeonato. Fue entonces, cuando las Águilas estaban más cerca del cielo de lo que estuvieron en toda su historia, que el sueño terminó abruptamente. Guttman exigió a la directiva de Benfica un sustancial aumento de sueldo argumentando que el tercer año era el más exigente para los directores técnicos, sin embargo los representantes del club se negaron a ceder y la renovación se truncó. Inexplicablemente el húngaro se marchaba repudiado del Estadio da Luz y lanzando una maldición que nadie quiso creer: “Sin mí, el Benfica no volverá a ganar una final europea en cien años”. 
El entrenador siguió su carrera en Uruguay, Austria, Suiza y Grecia mientras su exequipo trastabillaba una y otra vez en las finales continentales. Recién volvió a las Águilas para la temporada 1965/1966, aunque su camino ya no fue igual. Ni Benfica ni el húngaro eran los mismos y desgastado por las críticas dejó Lisboa para siempre. 
Guttman falleció en 1981 y a su funeral acudió una delegación benfiquista comandada por Eusébio. Llevaron flores para intentar romper el conjuro, aunque en la actualidad los portugueses continúan su derrotero perdedor por Europa. Ya son seis las finales en las que la sentencia del húngaro se hizo presente. Y recién se cumplieron cincuenta años de la maldición.

9 comentarios:

  1. Muy buena e interesante la historia de este Buen Hombre Béla Guttman. Abrazo Futbolero

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  2. Un par de anécdotas más pintan de cuerpo entero la personalidad de Guttman:

    -En la década del treinta estuvo cerca de provocar la ruina del modesto club holandés Enschede, precursor del actual Twente. Acordó con los dirigentes una prima millonaria para él y los jugadores si el equipo se consagraba campeón, lo que los dirigentes aceptaron creyendo que era una circunstancia imposible. Sin embargo Enschede luchó hasta el final por el título y los dirigentes sufrían sabiendo que en caso de salir campeones los premios que deberían pagar serían letales para la economía del club. Al final el equipo en las últimas fechas cedió en el campeonato y Guttman no pudo cobrar la prima acordada.

    -En 1957 sacó campeón del Torneo Paulista a San Pablo con una formación 4-2-4. Fue el primero en Sudamérica en utilizar un sistema así y en Brasil muchos asocian el éxito de su selección (que jugaba de esa manera) en el Mundial de Suecia con las enseñanzas que dejó en húngaro en su paso por el país.

    -En 1952 entrenó a Quilmes y a punto estuvo de dirigir a Boca, que no salía campeón desde 1944 y se había salvado del descenso en la última fecha en 1949. Sin embargo a último momento el presidente Daniel Gil le bajó los números del contrato y Guttman se fue a entrenar a Chipre.

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  3. No había escuchado nada sobre este personaje, que maldición para el Benfica.
    Saludos

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  4. La primera vez que sé de este jugador , la verdad que el fútbol húngaro de aquella época estaba en alza . Un saludo Matías ¡¡

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