Obdulio Varela no era un virtuoso ni mucho menos, no era lindo, demasiado famoso y ni siquiera tenía dinero, el fútbol en esos tiempos era más un hobbie que un oficio y quienes lo practicaban no se aseguraban el futuro ni nada por el estilo, pero tenía voz de mando, era un líder nato, gozaba de esa sabiduría que no se obtiene de los libros, la de los grandes, los sabios, la vida lo había curtido a los golpes y la experiencia lo hacía tan malarriado como intuitivo y corajudo. Su sangre gaucha era innata y no lo hacía retroceder ante ataque enemigo.
El destino quiso colocarlo en una cancha de fútbol y el cumplió desde el mediocampo, comenzó a formarse como futbolista en Deportivo Juventud y tras un paso por Montevideo Wanderers, se adjudicó el cariño de toda la parcialidad carbonera defendiendo durante 12 años los intereses de Peñarol y haciendo gala de su bravura cuando rechazó lucir publicidad en su camiseta para no considerarse esclavo de nadie.
Pero fue la selección uruguaya la que lo bañó de gloria, la que le dio un nombre y un reconocimiento en el mundo que le aseguró un lugar en el corazón de todos los charrúas. Fue el gran capitán del Uruguay de 1950, protagonista del famoso Maracanazo, muchos consideran que fue una de las piezas claves para la obtención del titulo mundialista cuando enfrío el partido luego del gol brasileño protestando frente al arbitro inglés una posición adelantada inexistente durante varios minutos y haciendo callar a las 200.000 almas que habían copado el mítico estadio carioca. Además esa tarde, después de finalizar su efusiva protesta contra el fallo del colegiado y de haber ido a buscar la pelota al fondo de su arco y colocarla en el centro del campo, un simple “ahora si, vamos a ganar el partido”, alentó a sus compañeros a quedarse con el juego. Había percibido que los locales temían por ellos y no se equivocó, ya que en el segundo tiempo gracias a Juan Schiaffino y Alcides Ghiggia, la Celeste pudo dar vuelta el resultado y el Negro Jefe levantó la copa Jules Rimet por segunda y última vez en la historia del fútbol uruguayo.
Dueño de una grandeza única, luego de finalizar su carrera, pasó el resto de sus días deambulando en la pobreza, rechazando la fama y disfrutando de los logros sin decoro cosechados en su andar dentro del deporte y la vida misma, se ganó el respeto y la admiración de todos por su valor y su temple. De la definición de capitán, tendría que desprenderse automáticamente una foto suya, porque nadie encarnó mejor que él la humildad y la sencillez que debe acompañar a un cabecilla que excede el estricto modo de llevar una cinta en su brazo derecho y llega al punto tal de tener el privilegio de mover muchedumbres.
Si bien cada uruguayo se infla el pecho cada vez que le toca hablar de su querido Negro Jefe, Obdulio Varela murió viejo y enfermo en la misma carencia en la que vivió y en un abandono imperdonable, pero siempre conciente de que con lo que había hecho, se llevaba con él, un pedacito de la historia del fútbol mundial.
El destino quiso colocarlo en una cancha de fútbol y el cumplió desde el mediocampo, comenzó a formarse como futbolista en Deportivo Juventud y tras un paso por Montevideo Wanderers, se adjudicó el cariño de toda la parcialidad carbonera defendiendo durante 12 años los intereses de Peñarol y haciendo gala de su bravura cuando rechazó lucir publicidad en su camiseta para no considerarse esclavo de nadie.
Pero fue la selección uruguaya la que lo bañó de gloria, la que le dio un nombre y un reconocimiento en el mundo que le aseguró un lugar en el corazón de todos los charrúas. Fue el gran capitán del Uruguay de 1950, protagonista del famoso Maracanazo, muchos consideran que fue una de las piezas claves para la obtención del titulo mundialista cuando enfrío el partido luego del gol brasileño protestando frente al arbitro inglés una posición adelantada inexistente durante varios minutos y haciendo callar a las 200.000 almas que habían copado el mítico estadio carioca. Además esa tarde, después de finalizar su efusiva protesta contra el fallo del colegiado y de haber ido a buscar la pelota al fondo de su arco y colocarla en el centro del campo, un simple “ahora si, vamos a ganar el partido”, alentó a sus compañeros a quedarse con el juego. Había percibido que los locales temían por ellos y no se equivocó, ya que en el segundo tiempo gracias a Juan Schiaffino y Alcides Ghiggia, la Celeste pudo dar vuelta el resultado y el Negro Jefe levantó la copa Jules Rimet por segunda y última vez en la historia del fútbol uruguayo.
Dueño de una grandeza única, luego de finalizar su carrera, pasó el resto de sus días deambulando en la pobreza, rechazando la fama y disfrutando de los logros sin decoro cosechados en su andar dentro del deporte y la vida misma, se ganó el respeto y la admiración de todos por su valor y su temple. De la definición de capitán, tendría que desprenderse automáticamente una foto suya, porque nadie encarnó mejor que él la humildad y la sencillez que debe acompañar a un cabecilla que excede el estricto modo de llevar una cinta en su brazo derecho y llega al punto tal de tener el privilegio de mover muchedumbres.
Si bien cada uruguayo se infla el pecho cada vez que le toca hablar de su querido Negro Jefe, Obdulio Varela murió viejo y enfermo en la misma carencia en la que vivió y en un abandono imperdonable, pero siempre conciente de que con lo que había hecho, se llevaba con él, un pedacito de la historia del fútbol mundial.
Que gran hombre al rechazar lucir publicidad en la camiseta al no considerarse esclavo de nadie. Un crack. Muy buen post, enhorabuena.
ResponderEliminarUn saludo desde Fútbol y más fútbol
Hay una frase que dijo antes de esa final de Brasil de 1950. Le preguntaron si ya estaban hechos con llegar a la final y Varela le contestó: "Cumplidos solo si somos campeones". Un genio que no se conformaba con nada y que le falta a los tiempos de hoy, esos jugadores con orgullo y temperamento que no se conforman con una transferencia a Europa y salvarse económicamente sino que buscan la Gloria y dejan la vida por conseguirla. Sin dudas un grande. Abrazo!
ResponderEliminarMe parece que me sobrarían dedos de la mano para contar actualmente a futbolistas con la humildad de la que haces gala a Varela .
ResponderEliminarUn saludo
Impecable el Negro!
ResponderEliminarQue máquina el Negro.
ResponderEliminarSaludos desde La Escuadra de Mago
Muy buena historia. Y muy bien relatada, Un saludo.
ResponderEliminarwww.futbollegends.blogspot.com