El 29 de mayo de 1985 el centro
de Bruselas amaneció agitado. La ciudad había cedido la armonía de su casco histórico
a los fanáticos ingleses de Liverpool que avanzaron durante la noche
destrozando vidrieras, asaltando negocios y violando mujeres. Las denuncias
policiales se multiplicaron por miles como un llamado de atención: la final de
la Copa de Europa de ese año no sería una más; las autoridades deberían estar
atentas a la presencia de los hooligans y de los ultras de Juventus.
En esa época la final de la Copa
de Campeones era, junto al Super Bowl, el único evento masivo que llegaba a
cada rincón de ese mundo dividido por la Guerra Fría. Era la primera vez que la
televisión seguía con atención las alternativas previas de un encuentro de
fútbol que enfrentaría a los dos mejores equipos del momento y a los jugadores
más famosos del planeta. Curiosamente ningún medio mencionó detalle alguno de
la barrida que los aficionados ingleses habían provocado en la ciudad hasta que
una imagen se congeló para siempre en la memoria de los televidentes: los
hooligans avanzaban sobre un sector mixto del estadio ocupado en su mayoría por
seguidores italianos provocando una avalancha trágica.
Faltaba una hora para el comienzo
del partido y cuando la policía reaccionó ya era tarde. Las corridas y la
desesperación provocaron la muerte de treinta y nueve personas que en su
intento de fuga perecieron aplastados por la multitud, atravesados por los
alambrados y pisoteados por los hooligans que avanzaban a paso firme en su
violenta costumbre de ganar las tribunas rivales. Además de las víctimas
fatales se contaron más de seiscientos heridos que tardaron en ser atendidos
por los servicios médicos que se vieron desbordados.
Lo que le siguió al desastre
estuvo más cerca de formar parte de un libreto tragicómico que de obedecer a la
lógica. Contra todos los pronósticos, la UEFA obligó la realización del
encuentro y estimuló al árbitro suizo André Daina para convencer a los
jugadores italianos de disputar la final en pos de evitar una tragedia mayor. El
partido se retrasó una hora y media y antes del pitido inicial los capitanes de
Liverpool y Juventus, Phil Neal y Gaetano Scirea respectivamente, leyeron un
comunicado llamando a la reflexión y a la tranquilidad del público.
La victoria de Juventus gracias
al tanto de Michel Platini, que cambió por gol un penal dudoso, es apenas
anecdótica si se tiene en cuenta que los cadáveres de las víctimas fueron
trasladados a una cancha auxiliar cercana al estadio y tapados, en su mayoría,
por las banderas de sus equipos. Desde los sectores superiores del estadio los
espectadores podían ver perfectamente tanto el encuentro como la remoción de
los cuerpos por parte de las ambulancias. Todo formaba parte de un mismo caos
organizado.
La tragedia de Heysel no fue la
última en un estadio de fútbol ni la más grave, sin embargo sentó un precedente
en la justicia belga que encontró culpable a catorce hooligans de Liverpool y
los condenó en 1989 a tres años de prisión. Los ingleses cumplieron la mitad de
la pena y fueron sobreseídos por un recurso de la defensa que logró la libertad
argumentando que los homicidios cometidos fueron involuntarios. También, por primera
vez, fue procesada la UEFA como responsable solidaria aunque luego la causa fue
desestimada.
Las consecuencias para el fútbol
inglés fueron mucho más graves. Liverpool fue suspendido de las competiciones
internacionales por diez años (luego de la apelación la pena se redujo a seis)
y el resto de los equipos ingleses por cinco. La medida perjudicó
económicamente a los clubes, que perdieron plata de venta de entradas,
publicidad y derechos televisivos. Algunas instituciones se declararon en banca
rota y otras se disolvieron. Además se produjo un profundo vaciamiento que
eyectó a los mejores jugadores y técnicos británicos a las restantes ligas
europeas en busca de prestigio, dinero y reconocimiento.
No obstante debieron pasar cuatro
años y una nueva tragedia para que el gobierno de una Margaret Thatcher en
retirada tomara cartas en el asunto. El
15 de abril de 1989 la sobreventa de entradas y la falta de mantenimiento del
Estadio Hillsborough fueron una trampa mortal para noventa y seis aficionados
de Liverpool que se habían acercado a Sheffield para presenciar la semifinal de
la FA Cup que enfrentaba a su equipo con el Nottingham Forest de Brian Clough.
Luego de la tragedia de
Hillsborough el gobierno de Thatcher postuló, de acuerdo con el Informe Taylor,
una serie de medidas destinadas a combatir el hooliganismo y la violencia en
los estadios ingleses. Se otorgaron préstamos a los clubes desde el Estado para
que modificaran la seguridad de los reductos, la policía ganó poder y se
impusieron penas más severas para quienes no cumplieran con las reglas. La FIFA
por su parte inventó el “sistema Fair Play”, profundizó los controles en los
ingresos y prohibió la consumición de alcohol en medio de espectáculos
deportivos.
El estadio de Bruselas fue
modificado y reducido en su capacidad, recién volvió a albergar un partido de
fútbol diez años después del desastre. Fue un amistoso entre Bélgica y Alemania
en 1995 que lo presentó en sociedad con otro nombre: Rey Balduino. Heysel había
muerto con la tragedia.
Lo vivi en directo ¡¡¡¡ aquello fue una ratonera para los que estaban en las entradas...pero ya pasón en Bs As... y en Santiago...
ResponderEliminarCuando ocurrió esto no vivía pero si sabía de esto. Esa Juventus era un equipazo, más allá del gol dudoso, que luego le ganaría la Intercontinental a Argentinos, pero comentar sólo eso sería adoptar la misma postura que la UEFA ante la determinación de continuar el partido (algo que no viene a la cosa, algo absurdo).
ResponderEliminarSiempre que se habla de esto se presente el debate si se debe hacer lo mismo en Argentina para liberarse de los barra-bravas y la verdad que es un tema muy complicado. Por un lado, si bien nunca han generado conflictos de este tipo, igualmente han ocasionado desastres e incidentes, aunque a veces también han sido los mismos socios de los clubes, como por ejemplo en los descensos de Rosario Central en 2010 o River Plate el año pasado. Por otro lado, son los que le ponen el color y el canto a los partidos, algo por lo cual en el exterior nos admiran mucho, sobre todo los españoles (debe ser lo único hoy en día porque si hablamos de nivel de juego somos un desastre). En fin, un tema complicado que alguien va a tener que resolverlo.
Éxitos Matías, te espero en mi blog.
Considero que, este movimiento de MASAS no deja de ser un MAL NECESARIO para los Clubes de Fútbol, sino ..¿cómo explicarnos que a pesar de ser tan NOSIVO para la Sociedad Toda, La dirigencia de los Clubes le sigan solventando SUBSIDIOS y DÁDIVAS para que estos INADAPTADOS se desplacen hacia los diversos lugares donde jueguen sus Equipos..?? Abrazo Futbolero.
ResponderEliminarAquello fue una tragedia griego en los tiempos modernos. El hooliganismo siempre es una lacra en el fútbol. Los ingleses tuvieron que pagar justos por pecadores con aquella sanción ejemplar.
ResponderEliminarGran artículo Matías. Por cierto, te he mandado un correo al hotmail. Avísame cuando lo leas, compañero. Un saludo desde Mis peloteros favoritos!
había escuchado poco sobre esta tragedia, que bueno que el hooliganismo se terminó porque perjudicó mucho al fútbol, especialmente a las familias y aficionados que querian ir al estadio pero no iban por miedo
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