Cuando Gary Lineker popularizó
aquello de que “el fútbol son once contra once pero siempre ganan los alemanes”
seguramente se refería a una Alemania diferente a la contemporánea.
Posiblemente más compacta, simple y temperamental. Menos romántica pero sin
dudas más efectiva; resultadista como la que condenó al mito holandés al eterno
segundo puesto en el Mundial de 1974 o la que dos años antes había sido
campeona de Europa en Bélgica. El exdelantero hizo su sentencia luego de que
Inglaterra cayera por penales ante Alemania en las semifinales de Italia ’90 y
la frase, aunque obvia, no dejó de tener un sentido rápidamente comprobable:
era la tercera vez consecutiva que los teutones alcanzaban el partido decisivo
de una Copa del Mundo sin más -ni
menos- recursos que la eficacia y el
carácter de un grupo exitoso.
Sin embargo la caída de esa
Alemania ganadora pero si brillo podría encontrarse en los años posteriores a
la Eurocopa de 1996, el último gran éxito de Die Mannschaft. A la consagración
continental siguieron discretas actuaciones en el Mundial de Francia y en la
Euro 2000. Apenas un repunte en la Copa del Mundo de Corea-Japón y un nuevo
fracaso en Portugal 2004 que se saldó con la partida del entrenador Rudi
Voller. Jurgen Klinsmann, su reemplazante, se animó a partir de entonces a
renovar el equipo y el estilo de los alemanes poniendo a Ballack en el lugar
que antes era de Matthaus, Hamann o Brehme.
Con el cambio de mando Alemania
empezó a privilegiar la belleza del juego por encima de la agresividad y la
actitud. Ya no sólo importaba el qué, sino también el cómo. El Mundial de 2006
fue la única posibilidad que tuvo Klinsmann de exhibir su idea, y a pesar de
que su 4-4-2 era muy estático y dependía en exceso de las resoluciones de un
típico tanque teutón como lo era Klose, la inclusión en un mismo equipo de
Lahm, Frings, Neuville, Podolski y Schweinsteiger -sumados a Ballack, que era el motor-, demostraba
que la idea alemana distaba mucho de aquella partidaria del choque constante.
Sin embargo la renovación llegó justo para el Mundial de Alemania que,
lógicamente, debía ganar Alemania, por lo que cuando Italia dejó afuera a Die
Mannschaft en semifinales el proyecto de
Klinsmann fue ninguneado.
La salida del exdelantero dejó el
equipo en manos de Joachim Low, su antiguo ayudante de campo. El trabajo sucio
estaba hecho, aunque la elección de la Federación Alemana de Fútbol era una
apuesta. Darle las riendas de una de las selecciones más poderosas del mundo a
un entrenador cuyo currículo exhibía como punto culmine una temporada en el banco
del Fenerbahçe turco era un sinónimo de que más allá de la cabeza, lo que
importaba era la idea. Low rápidamente entendió el guiño y estrenó en la
Eurocopa de 2008 el 4-2-3-1 que se convirtió en una marca registrada de la
nueva Alemania.
Lahm y Friedrich, laterales con
proyección. Hitzlsperger y Frings, los mártires del proceso. Y delante de ellos
Schweinsteiger, Ballack y Podolski para abastecer al inoxidable Klose. Subcampeón
de la Euro, tras caer frente a una España que empezaba a hacer historia en la
final de Viena. Nada mal para una primera vez que tenía el Mundial 2010 en el
horizonte.
En Sudáfrica, Low cambió los
nombres pero conservó el molde. Retrasó a Schweinsteiger y le agregó a Khedira.
Lanzó a Ozil y Muller y los asistió con Jansen, de gran Mundial. La cuenta
pendiente estuvo en el delantero, ya que ni Klose, ni Gómez, ni Cacau gozaron
de la confianza del entrenador. La Copa del Mundo de Alemania fue excelente;
lideró el Grupo E, barrió a Inglaterra y a Argentina y recién cayó en
semifinales, una vez más, frente a España.
Todo hacía pensar que, tras
superar las eliminatorias con puntaje ideal, la de Ucrania y Polonia sería la
Eurocopa de Alemania. No sólo por su insistencia en perfeccionar las maneras y
exhibir un fútbol vistoso, sino también porque había encontrado en valores como
Neuer o Mario Gómez al arquero y al
goleador, respectivamente, que le faltaba. Sin embargo el exceso de confianza y
la falta de humildad volvieron a dejar a Die Mannschaft en el camino. Una vez
más en semifinales -la tercera
consecutiva- Italia fue la bestia negra
con un Balotelli descomunal que vengó a su compañero Diamanti con dos goles. El
futbolista de Bologna había sido ninguneado por Neuer, que dijo que ni siquiera
sabía dónde jugaba, y por Schweinsteiger, que se dedicó a agitar el ambiente en
la previa.
Este no es más que un repaso por
la renovación futbolística que iniciada por Klinsmann y continuada por Low
puede devolver a los teutones su fama de exitosos. Es elogiable que hayan
elegido, para recuperar el prestigio, una forma tan bonita que a su vez
jerarquiza el fútbol mundial, pero deberán reincidir en el plano deportivo dejando
de lado la soberbia que con frecuencia encarna Schweinsteiger, pero que en
realidad es una línea general del plantel. Alemania sigue siendo una de las
mejores selecciones del mundo, sino la mejor después de España, y sólo le falta
apuntalar su remontada con un título. El día que eso suceda, Lineker volverá a
tener razón.
Ya sabes que de futbol entiendo mas bien poco. Pero recuerdo esas palabras de Lineker. Si. Y Alemanía también, a mí parecer, es una de las mejores. Salut desde Barcelona
ResponderEliminarGran articulo. Sí señor.
ResponderEliminarBlog donde hablaremos fundamentalmente sobre el Real Betis Balompié, y también sobre otros equipo o curiosidades que se produzcan en el mundo del fútbol. Espero que nos sigais
Alemania es una selección que merece respeto por su trayectoria futbolística y por el nivel de sus jugadores. Sin embargo, tanto en el Mundial 2010 como en la eurocopa 2012, NO supo estar a la altura de las circunstancias y dejó pasar su oportunidad. Abrazo Futbolero
ResponderEliminarde hecho yo espere más de Ozil en la eurocopa, creo que Alemania no lo supó explotar o no se que paso pero no tuvo el nivel que tenía en el Real Madrid al final de la temporada
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