El brasileño Salvio Fagundes pita el final del primer tiempo. Argentina pierde 1 a 0 contra Colombia, que le hace precio. Messi se va cabeza gacha al vestuario, secundado por Braña, Guiñazú y José Sosa, de horroroso desempeño. Los cambios son cantados, pero el problema es que sólo tres se permiten, y Sabella quisiera sustituir a los once. Nadie le escapa al ostracismo. Sólo las bondades de ser visitante salvan a la albiceleste de una dolorosa silbatina.
Es 15 de noviembre de 2011. En Barranquilla. A Colombia lo dirige Leonel Álvarez, el peculiar entrenador que se debatió contra la prensa por tratar a Falcao, de estupendo presente en Atlético Madrid, como uno más. El otrora volante cafetero no tiene margen de error, pero está ganando y, de seguir todo como hasta ahora, sólo resta saber por cuanto. Argentina juega el peor partido del ciclo Sabella.
Los equipos vuelven a la cancha. El relator confirma la rotura de ligamentos de Burdisso, que en el primer tiempo le dejó su lugar a Desábato, soldado del seleccionador. Sale Messi al terreno, obvio. Pero también vuelve Sosa. ¿Sosa? ¡Si, Sosa! Sabella se juega su ficha por otro de sus laderos. Si muere, lo hará con la suya. Errar es malo -decía Helenio Herrera- pero peor es hacerlo con ideas ajenas. El cambio que se imponía al final no fue tal, y el que sí salió es Guiñazú, para que entrase Agüero.
Arranca la segunda mitad. Argentina un poco mejor que en el comienzo del partido, pero no mucho. Colombia se queda un poco. Argentina sigue mejorando. Colombia se queda otro poco. Sosa empieza a moverse mejor por la izquierda, genera espacios. Desordenado pero eficaz, por lo menos está en la cancha, no como en los anteriores cuarenta y cinco minutos. Messi se hace dueño. De a poquito se rebela. Se empieza a notar que tiene la cinta de capitán en el brazo izquierdo. Lleva hace varios partidos el brazalete pero nadie lo advirtió antes, hasta hoy. Hoy sí. Hoy es el capitán. En el vestuario gritó Sabella, en la cancha grita Messi.
Juega Agüero. Toca y va a buscar. No sale la primera de Messi al arco, agarra el rebote Sosa y la pelota se va lejos. Argentina llega. Colombia se repliega. Argentina llega más. Sosa recupera la pelota en el medio. Toca para Messi. Encuentra a Sosa de nuevo, que mete un buscapié envenenado que ni el arquero ni los centrales controlan. El rebote es de Messi. Esta vez el rebote vale. Messi convierte y Argentina ya está 1 a 1. Ahora es justo.
Messi felicita a sus compañeros, Messi grita su gol, la gente trata de entender que algo cambió. Pero para que todo cambie de verdad lo que tiene que cambiar es el resultado. Argentina tiene que ganar. Si o si. Es ahora o nunca. Sabella de a poco se salva. La apuesta de Sosa le salió bien. Pero se muere el partido y falta el segundo. “¿Agüero? ¿Está jugando Agüero?”, se pregunta para sus adentros un hincha criollo que sigue el partido por la televisión, desde su casa en Buenos Aires. Se olvidó que el Kun intentó una primera que casi casi termina en gol. Pero se muere el partido. Se acaba. Van ochenta. Se muere. Van a empatar.
Otra vez Messi agarra la pelota. Van a empatar. Arranca en velocidad. ¿Van a empatar? Pasa a uno, a dos y Yepes se le tira a los pies, para frenarlo con las manos desde el piso. Ni así lo paran. ¿Van a empatar? Ya está en la puerta del área. Profundiza para Higuaín, el Pipita engancha y define abajo, bien ubicado pero muy despacio, rebota el arquero y Agüero define. “¡Si, estaba jugando Agüero!”, recuerda el hincha. Se saca la remera. Lo grita con Messi. Sabella agita el puño. Ganó la pulseada. Una pulseada. Mil pulseadas para evitar las puteadas. Argentina se quedó con el triunfo por 2 a 1. Y desde entonces nada es igual.
El viernes se cumple una ronda de ese glorioso 15 de noviembre de 2011 en el que Messi y compañía decidieron empezar a ser Messi y compañía también en la selección argentina.
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