martes, 1 de enero de 2002

La banda del Pibe

El fútbol, como la vida misma, es caprichoso. Es capaz de provocar felicidad en la tragedia, o tragedia en la felicidad. El fútbol, como la vida misma, es efímero. Cumple ciclos, ciclos que pasan desapercibidos o que marcan una época. Una época que puede resultar gloriosa, como aquella que cobijó a la mejor generación que conoció el fútbol colombiano en su historia, la de Valencia, Rincón y Asprilla que, comandada por el Pibe Valderrama, mostró su mejor versión un 5 de septiembre de 1993 en Buenos Aires.
La histórica goleada contra la Argentina de Alfio Basile nació mucho antes de aquella tarde. Quizás en 1974, cuando la FIFA designó como sede del Mundial 1986 a Colombia. O en 1982, cuando Belisario Betancur -el presidente colombiano en ese entonces- renunció al convite admitiendo que su país no estaba preparado para semejante evento. El anunció fue un golpe muy duro para la ilusión cafetera, porque Colombia no tenía estadios, ni hoteles, ni autopistas, ni una seguridad adecuada para recibir una Copa del Mundo, pero si contaba con una camada de formadores que había empezado a trabajar con el objetivo mundialista en el horizonte.
La Copa América de 1987 comenzó a moldear la generación dorada, siempre dirigida por Francisco Maturana. Valderrama ya llevaba la ’10′, Leonel Álvarez estaba firme en la derecha, Higuita ya pensaba en el escorpión y Arnoldo Iguarán era la gran figura. El tercer puesto final resultó premonitorio, no sólo por el buen juego exhibido, sino principalmente por la victoria ante Argentina, organizadora de aquella contienda continental y vigente campeona mundial.
Italia ’90 no dejó mayores recuerdos que un empate contra Alemania Occidental en el San Siro, y la clasificación al ‘mata-mata’ como mejor tercero junto a Argentina. En octavos de final Colombia se convirtió en sinónimo del error de Higuita frente a Camerún que impidió que aquella selección que ya contaba también con Freddy Rincón alcanzase la siguiente fase. Una vez más, en la Copa América de Chile 1991, el equipo cafetero se quedó en promesa con un cuarto puesto con gusto a poco, y en Ecuador 1993 la mejor noticia del tercer lugar fue el estreno de los Córdoba, Tren Valencia y un tal Faustino Asprilla. El Mundial de Estados Unidos ya era más una certeza que una utopía para tremenda generación de futbolistas.
Colombia llegó al Estadio Monumental buscando la clasificación. Un empate, ante la selección que acumulaba un invicto de treinta y tres partidos, le daba el pasaje a la Copa del Mundo de Estados Unidos. Sin embargo los visitantes tenían otros planes luego de un arranque complicado en el que Córdoba se hizo grande para soportar los embates argentinos. El gol de Freddy Rincón cuando se moría el primer tiempo condicionó al equipo de Basile. En el amanecer del complemento Asprilla estiró la diferencia, Rincón repitió para el tercero y dos minutos después el Tino convirtió el 4 a 0. El resultado ya era inolvidable, y el público local le cantaba el ‘ole’ a su propio equipo, maravillado tal vez por el tiki-taka arrollador del conjunto de Pacho Maturana. Ya sobre el final, cuando los jugadores argentinos pedían piedad a sus colegas colombianos, el Tren Valencia selló el histórico 5 a 0.
La goleada en Buenos Aires catapultó a Colombia como la gran favorita a ganar el Mundial de 1994. El equipo liderado por el Pibe Valderrama fue distinguido por Pelé como el único capacitado para quedarse con la gloria. Sin embargo un paso en falso en el debut ante Rumania y una posterior derrota frente a los locales en el segundo partido del Grupo A tornaron estéril el triunfo ante Suiza. La presión se terminó devorando a ese equipo que tenía todo para ser y no fue. Porque el fútbol, como la vida misma, es caprichoso. Y es capaz de generar felicidad en la tragedia, o tragedia en la felicidad. Como aquella noche en la que seis disparos de un fanático desequilibrado acabaron con la vida de Andrés Escobar, uno de los pilares de su generación, que contó con la mala fortuna de convertirse un gol en contra ante Estados Unidos en la Copa del Mundo. Algunos logros -más esporádicos- subsistieron, pero el asesinato del ídolo de Atlético Nacional fue el golpe de gracia para el exitoso grupo de colombianos que nacieron de la frustración del no-Mundial de Colombia ’86. Un cuento tan lindo no merecía ese final.

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