Un turco se paseaba por los bares de Córdoba preguntando, en un castellano atravesado, como podía hacer para llegar al estadio de Belgrano. Habían pasado pocos días del ascenso en el Monumental y por las amplias calles de La Docta todavía retumbaban los gritos de euforia. “Agarrá La Rioja derecho hasta Orgaz, ahí te vas a chocar con el Gigante”, le respondió, con inusual naturalidad, un canillita al ignoto visitante que miraba descolocado. El turco, que más que nunca hacía honor al dicho popular y se sentía en medio de la neblina, no era el primer extranjero que consultaba las coordenadas de uno de los escenarios de la hazaña. Tampoco sería el último. Belgrano, en el boca a boca, era trending topic mundial.
El 26 de junio, apenas terminó el partido en el Monumental, los diarios del planeta se hicieron eco de una realidad increíble: River se había ido a la B. Belgrano –“el” Belgrano, como lo denominó la prensa foránea- era el actor secundario, el verdugo que todos nombraban de compromiso. España, Italia, Inglaterra, China y Camboya recibieron la noticia. Pero la noticia, lógicamente, no era el ascenso, si no el descenso. Recién cuando todos entendieron que el mundo no se había acabado con la caída del Goliat argentino, la epopeya del Pirata tomó fuerza. Belgrano había ejecutado uno de esos milagros que sólo tienen lugar en las tragedias shakesperianas o en la cosmovisión del mundillo futbolero.
El turco, aquel turco que buscaba llegar al Gigante de Alberdi, no había viajado a Córdoba como un simple turista, sino para filmar un documental sobre la histórica Promoción que tiempo después se emitió por la televisión de Turquía. Y el canillita, aquel canillita que le dijo al visitante la dirección del estadio, no se sorprendió con la pregunta porque antes ya había guiado a periodistas del New York Times, a una reportera española de la revista Esquire y a un fotógrafo que buscaba retratar a Guillermo Farré. Belgrano por aquellos días se podría haber convertido en el digno protagonista de una de las sensacionales historias de Gay Talese, el escritor estadounidense cuya pluma refleja las vivencias de personajes en los que nadie repara y que sin embargo son capaces de hacer grandes aportes.
26 de junio de 2011. Un domingo, en apariencia igual a cualquier otro, marcó un antes y un después. La fecha se convirtió en un rito para los hinchas de Belgrano, que inauguraron filiales con ese nombre, e incluso la biblioteca del club, ubicada debajo de una las tribunas del Gigante, adquirió aquella denominación. Fue el día más glorioso en la historia del Pirata, y el más triste para River. Fue el día que el mundo habló de Belgrano.
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