El fútbol argentino, que no suele ser lógico ni justo, consagró al mejor equipo del campeonato. Newell’s, al margen de las explicaciones técnicas, ganó porque fue superior al resto, porque ideó un proyecto que sostuvo en el tiempo y porque lo ejecutó en consecuencia. Con Gerardo Martino a la cabeza y un puñado de jugadores del club que regresaron de Europa cuando el equipo miraba de cerca la tabla de los promedios, la Lepra sumó su sexto título local con un nivel futbolístico elogiable.
Paradojas de nuestro fútbol: el nuevo campeón es de Rosario pero festeja desde Chaco por lo que pasó en La Plata. Lanús, que completó su partido ante Estudiantes en el Estadio Único, no pudo revertir el 0-2 y los jugadores de Newell´s recibieron la noticia del resultado que los consagraba en un hotel chaqueño, en el que esperaban el choque por Copa Argentina ante Talleres de Córdoba. El destino, parece, se ensañó con Martino que aseguró hace unos días que este fútbol argentino no soportaba más su propia desorganización.
empates y cuatro derrotas.
El camino del Newell’s campeón no arrancó en la primera fecha del Torneo Final, sino en diciembre de 2011, cuando Martino asumió como técnico en reemplazo de Diego Cagna. El equipo estaba comprometido con el descenso pero el Tata confió en el poderío de sus dirigidos, a los que les propuso una idea revolucionaria: ser protagonistas todos los partidos, animarse al juego corto y buscar permanentemente la salida desde el fondo. "Si vamos a salir jugando, vamos a salir jugando siempre, no podemos hacer todos los partidos una cosa distinta", aseguraba el entrenador frente al plantel. Rápidamente prendió el mensaje, y el eco llegó hasta Europa. Maxi Rodríguez, Gabriel Heinze e Ignacio Scocco volvieron al primer amor.
Los regresos le dieron al plantel de Newell’s un salto de calidad por línea. Heinze reforzó la defensa, Maxi Rodríguez aportó su experiencia desde el medio hacia arriba y Scocco, la gran incógnita por su inmediato pasado en el fútbol árabe, fue el goleador del equipo, el arquitecto de los resultados leprosos. El Tata ya se había encargado del resto, dándoles confianza a Nahuel Guzmán, Santiago Vergini, Lucas Bernardi y compañía. Newell’s, tras dos torneos muy buenos, estaba listo para consagrarse, y Martino no tenía problemas en divulgar la ruta que elegirían: "Necesitamos posesión, atacar, poner siempre mucha gente en el campo rival y asumir los riegos, quiero que los defensores miren para atras y haya cuarenta metros entre ellos y el arquero".
La campaña en el Torneo Final fue perfecta. La Lepra ganó doce partidos, empató dos y perdió cuatro. Es el campeón cuando aún resta jugarse una jornada, y con un promedio de gol muy superior al del resto de los equipos (40 tantos en 18 fechas). Un dato a tener en cuenta es que a pesar de contar en sus filas con Scocco, son trece los jugadores que convirtieron para los campeones a lo largo del semestre.
Sin embargo el gran triunfo del equipo se abstrae de los números, y su mejor legado es la consagración de una idea, que no es ni más ni menos que la exaltación de los valores tradicionales del fútbol argentino. "Ganar es una necesidad para lograr el convencimiento, pero de ninguna manera debemos renunciar a un estilo", repetía Martino, que armó a Newell’s y lo sacó campeón para demostrar implícitamente que se puede volver a las fuentes y lograr resultados exitosos, aún sirviéndose de una romántica concepción del juego que Argentina se empeña en dejar de lado.
El campeón del fútbol argentino no sólo es el que más puntos sumó, sino que también es el mejor de todos por su nivel. Newell’s fue un oasis en la mediocridad. Su consagración es lógica y justa. Y eso es para celebrar.
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