Alex Ferguson llegó al Manchester United en 1986. Desde entonces, ganó treinta y siete títulos, y treinta y cuatro de ellos fueron con la colaboración de Ryan Giggs, que debutó en 1990, cuando Fergie todavía no era Sir, ni un indiscutido en Old Trafford. En la derrota frente al Real Madrid, el extremo disputó su partido número mil, mientras que el entrenador, a sus setenta y un años, se mostró más vigente que nunca. ¿Cómo hicieron un galés y un escocés para cambiar la historia de uno de los clubes más tradicionales de Inglaterra?
Cuando Sir Alex pisó Manchester por primera vez para dirigir al United, el dominador del fútbol británico era el Liverpool. El United no ganaba la First Division desde 1967, y todos los clubes ingleses pagaban los platos rotos por la Tragedia de Heysel, propiciada por los hooligans scoucers en la final de la Copa de Europa de 1985. La prohibición de disputar competiciones continentales por cinco años que la UEFA había hecho pesar sobre los equipos de las islas, dejaba al oxidado fútbol de Inglaterra al borde de la quiebra, sin protagonistas estelares que pudiesen llenar estadios y en las puertas de una renovación que llegaría recién en 1989, con el Informe Taylor luego de Hillsborough y con el surgimiento de una idea de Liga manejada por los clubes que se materializaría en 1992, con la emergencia de la Premier League.
Mientras tanto, Ferguson remaba como podía una realidad esquiva con su equipo. Luego de dos primeros años poco fructíferos, en 1990 el escocés levanta la FA Cup y la Community Shield. Un año después, la Copa UEFA. Y también debuta Giggs, con él cambia el fútbol inglés, su estreno coincide con la creación de la Premier League. El United gana la primera de todas las ediciones, se saca la espina después de veintiséis largos años. Gana también la segunda. Y diez más. Ryan convierte goles en todas. De la primera a la última, que es la actual, la que el Manchester domina con tranquilidad. Veintiún temporadas anotando. En Inglaterra y también en el exterior, para obtener dos Champions League, una Copa Intercontinental y un Mundial de Clubes.
Lo que nunca pudo ganar SuperGiggs fue un Mundial. Ni siquiera pudo jugarlo. Gales apenas clasificó una vez: Suecia 1958. Inmerecido para un futbolista de su calidad que canalizó su frustración nacional con galardones individuales. Es el jugador con más presencias en la historia del United, también de la Premier. Anotó goles en dieciseís ediciones diferentes de la Champions League y fue distinguido en 2007 con la Órden del Mérito del Imperio Británico. Fue, es y será un mago zurdo, ejemplo de vigencia y de vitalidad. Quizás su mayor logro sea enfrentar a defensores que ni siquiera habían nacido cuando él ya jugaba en el primer equipo, todo mientras los fanáticos se desarman pensando el retiro soñado del juvenil de treinta y nueve años. Le pasó, por ejemplo, con Varane, del Real Madrid. Y comparte equipo con Phil Jones, otro 'imberbe'.
A nivel de clubes, disputó casi mil partidos (la suma total incluye también los de la selección galesa) con un sólo entrenador en el banco: Sir Alex Ferguson. Todos los caminos en el United conducen a él. Esa leyenda viva que ya tiene una estatua y una tribuna en el Teatro de los Sueños. Y todos los caminos también, si de fútbol se trata, llegan a Giggs. La historia de ambos es indivisible, pues porque ellos dos son la historia. Un pedazo del Manchester descansa sobre sus espaldas. Sobre un escocés y un galés que cosquistaron a la minoría más grande de Inglaterra.
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