La salida de Mourinho y los excelentes fichajes de Carvajal, Isco e Illarramendi, sumados a la explosión definitiva de Casemiro, crearon una falsa sensación de estabilidad en el Real Madrid. Parecía que, por fin, y luego de más de mil millones de euros en inversiones, Florentino Pérez había comprendido las bondades de contar con una plantilla compuesta por más indios que caciques. La españolización del Merengue, encarnada por la iniciativa del entrenador Carlo Ancelotti, presagiaba algo distinto. Pero todo se cayó con la confirmación del fichaje de Bale por –según dicen- 91 millones de euros, la partida en cero de Kaká al Milan y la casi segura salida de Ozil.
¿Y por qué no Bale? Primero y principal, porque es un fichaje riesgosísimo. El enorme monto de su traspaso puede jugarle en contra al Madrid e incluso al propio futbolista, que será exigido desde el primer minuto por la afición de acuerdo a la inversión realizada. El bueno de Gareth deberá demostrar, ante la presión, el valor que dice costar. Además, le marcará las cartas a Ancelotti, que se verá obligado a hacerle un hueco en el equipo titular en detrimento de otros nombres asentados en el ‘once’, como Isco, Benzema u Ozil. Si finalmente, como resulta factible, se confirma la salida del alemán al Arsenal o cualquier otro destino, el entrenador italiano habrá evitado un conflicto no sin haber renunciado a uno de los jugadores más talentosos del mundo.Es decir que el Real Madrid, en el mejor de los casos, perdería a su jugador franquicia para la revolución de los ‘jugones’, si es verdad que, como se anunció en la pretemporada, la Casa Blanca quiere renunciar al estilo directo en pos de un juego más de posición y toque.
¿Por qué tampoco Bale? Es un jugador muy bueno, es cierto. Es el paradigma del fútbol superfísico y profesional de la actualidad, pero… ¿Vale realmente 91 millones de euros?Estamos hablando de casi la misma cantidad de dinero -96 ‘kilos’- que el Madrid pagó en 2009 por Cristiano Ronaldo; un futbolista, en su momento, desarrollado en la totalidad de sus posibilidades, ganador de un Balón de Oro, consagrado en un gigante mundial como el Manchester United y campeón de Champions League. Bale, con el respeto que merece su figura, viene del Tottenham –un equipo de segunda línea-, sin títulos resonantes sobre sus espaldas, con nula experiencia internacional y con apenas diez partidos europeos en el currículo. Pocos argumentos para que Florentino Pérez justifique su desobediencia a los analistas que indicaron el valor real de mercado del galés –inflado a toda prueba- en 65 millones de euros.
Habiendo traído al tema a CR7, es imposible negar que la nueva contratación colisiona directamente con el ego del portugués. Entre rumores, el Madrid intenta vender la versión de los 91 millones para evitar que Cristiano deje de sentirse el jugador más caro de la historia. Todos saben en el Bernabeu que el rendimiento del extremo depende en un noventa por ciento de su cabeza. CR7 es el mejor jugador del mundo, en este momento, junto a Lionel Messi. Poner en peligro su trono e incluso su posición en el equipo por un capricho veraniego es, como mínimo, una locura. Pues esto es lo que ha hecho Florentino Pérez sin reparar en las opiniones de sus asesores, de aquellos que verdaderamente saben de fútbol en Valdebebas, e incluso en la consideración de Ancelotti, que no se animó a enfrentar al presidente públicamente pero siempre fue demasiado cauto a la hora de declarar sobre las virtudes del británico.
Por último, pero no menos importante, es peligroso el precedente en el mercado que sienta el Madrid con semejante inversión por un futbolista de segundo orden. Si el Tottenham le quitó tantos millones, ¿Cuánto le pedirán el Arsenal, el United, el Chelsea o el Milan cuando Florentino Pérez busque algún futbolista de sus arcas? Es, a todas luces, un negocio caprichoso que no cierra por ninguna parte. Por el mismo monto cualquier otro equipo podría armar un mediocampo entero. A saber, los propios Spurs adquirieron a Lamela por 30 millones; igual es el precio de mercado de Di María, y hasta alcanzaría, eventualmente, para comprar a Ozil.
El Real Madrid perdió mucho más que 91 millones. Entre ellos, otros 65 de Kaká, que se marchará a coste cero a Milano. Pero además se ganó un problema, una presión para un jugador que no se sabe si podrá soportarla, para el técnico –en conflicto también por el tema Casillas- y una renuncia al enésimo intento de hacer las cosas bien en el Santiago Bernabeu. Bale es un buen jugador, pero que el árbol no tape el bosque.
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