Son incontables las veces que los presidentes intentaron acercarse a la sociedad mostrando una vida con rostro humano, con costumbres remotas y con rutinas terrenales fuera del absorbente mundo de la política. Son incontables, también, las veces que los presidentes utilizaron al fútbol, arma clave en Argentina, para lograr el estratégico acercamiento. Sin embargo, a pesar de las innumerables menciones que hicieron los mandatarios hacia los clubes a los que profesaban su amor, sólo uno pudo demostrar un pasado como futbolista amateur. ¿Néstor Kirchner en Racing? ¿Ricardo Alfonsín en Independiente? ¿Eduardo Duhalde en Banfield? ¿Juan Domingo Perón en Boca? Ninguno de ellos. El único presidente que jugó en las categorías juveniles de un club fue Arturo Frondizi, que en la década del veinte llegó hasta la cuarta división de Almagro.
La relación Frondizi-Almagro es mucho más profunda de lo que parece. De hecho fue en el club que el futuro presidente desarollista iniciaría su profundo contacto con la política en general y con la Unión Cívica Radical en particular. Almagro fue durante las décadas del veinte y del treinta un reconocido bastión yrigoyenista contra el anti-personalismo de Marcelo Torcuato de Alvear, el aristócrata que antes de ser calle gobernó el país entre 1922 y 1928.
Frondizi, que había empezado desde chico a jugar al fútbol en el club como cualquier hijo de vecino, se sumó a la causa cooptado por el ideario del Peludo, y más temprano que tarde cambió las discusiones de vestuario por los mitines políticos que tenían lugar en la sede del Tricolor. Su incursión en la ‘cosa pública’, sumada al tiempo que le demandaba el prolífico peregrinaje que desandaba por la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y que en un partido se quebró un brazo, hicieron que Frondizi abandonara definitivamente sus caprichos de futbolista en cuarta división. Había destacado hasta entonces como un defensor rudo, de poca velocidad pero mucha presencia, que llamaba la atención por un look particular: solía jugar con una gorra a lo Severino Varela, el uruguayo que hizo carrera en Boca durante los años cuarenta.
Ya recibido de abogado siguió participando de los mitines políticos que tenían lugar en la sede del club, ubicada en la calle Medrano. También participó de la política de Almagro, y en 1942 fue el redactor del estatuto que la institución mantiene hasta el presente. Sus hermanos, Silvio y Risieri, también se iniciaron políticamente en aquellas tardes de cafetín y airadas divergencias.
Arturo Frondizi, presidente entre 1958 y 1962, es el único mandatario argentino con un pasado comprobable como futbolista federado. Y si bien su condición de intelectual y de hombre de leyes acabó por devorarse la faceta del Frondizi jugador, él siempre se preocupó por mantener viva su pasión. Muestra de ello es que durante la fugaz reunión que tuvo con el Che Guevara en Olivos en 1961, y que a la postre sería uno de los grandes motivos de su derrocamiento, uno de los temas más recurrentes fue el fútbol y la actualidad de Rosario Central, más allá de la CEPAL, la ONU y la Revolución Cubana.
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