jueves, 1 de enero de 2009

Estudiantes campeón del mundo: A la gloria no se llega por un camino de rosas


El 16 de octubre de 1968 el Estudiantes de Osvaldo Zubeldía redondeó su obra cumbre, y en el ápice de su rendimiento fue campeón del mundo frente al Manchester United en Old Trafford. Nunca un equipo de los denominados chicos en Argentina había llegado tan lejos. Hoy, 45 años después, el triunfo del Pincha sigue conservando tintes de epopeya. 
Para la Copa Intercontinental de 1968 el equipo de Estudiantes ya salía de memoria: Poletti; Malbernat, Aguirre Suárez, Madero, Medina; Bilardo, Pachamé, Togneri; Ribaudo, Conigliaro y Verón. La formación retumbaba en todas las radios del país y también las críticas de terceros para con el estilo que Zubeldía les había inculcado a sus dirigidos. El entrenador era un defensor de la pelota parada (“dos cabezazos en el área son gol”), de la marca personal, del juego al límite del reglamento, de las concentraciones eternas y de casi todo aquello que pudiese acercarlo a una victoria. Estudiantes pegaba y especulaba, pero también era un equipo balanceado, inteligente y atlético, capaz de aguantar cualquier exigencia (“algunos partidos tienen 180 minutos”, repetía Zubeldía). 
La final contra el Manchester United se jugó a doble partido, y tuvo su primer episodio en Buenos Aires. Zubeldía, que poca información tenía acerca del rival, se mofaba de los comentarios tremendistas que presentaban a los ingleses como un grupo de superhéroes: “No creo que todo sea tan fácil para ellos, hasta lo que pude investigar son seres humanos como nosotros”. Con conocimiento de causa o no, finalmente se cumplió la predicción del entrenador. En La Bombonera, el Manchester, que tenía en la delantera a Denis Law, Bobby Charlton y George Best, no fue el cuco que se esperaba y Estudiantes terminó ganando por 1 a 0 con gol de Conigliaro. La vuelta se jugaría en Old Trafford.
En Inglaterra el plantel de Estudiantes sintió la hostilidad del ambiente desde el primer momento. “Animals” fue el grito de guerra que eligieron los hinchas del United para amedrentar a los argentinos. La chispa del encono la había encendido Alf Ramsey, el entrenador de la selección inglesa en el Mundial 1966, luego del incidente de Antonio Rattín con la reina Isabel. “Tenemos que lograr que sientan todo el peso del estadio y de la historia”, dijo Best en la previa. “Si superamos la silbatina inicial, si podemos aislarnos, estoy seguro que no nos van a ganar. Ellos son flojos en defensa, todos los jugadores siguen una marca fija y sólo nos preocupan los delanteros cuando se desmarcan. Togneri puede anular a Charlton”, le confesó Zubeldía a Osvaldo Ardizzone, enviado especial de El Gráfico para la cobertura del partido. 
El 16 de octubre, a las ocho menos cuarto de la noche, comenzó el partido en un ambiente de total crispación. Los jugadores de Estudiantes habían salido a la cancha en medio de una lluvia de proyectiles descargada desde las tribunas de Old Trafford. Manchester United, vestido de azul, marcó el terreno en la primera pelota dividida con una violenta patada del defensor Bill Foulkes sobre Togneri, la marca fija de Bobby Charlton. Acto seguido, Bilardo le devolvió las gentilezas a Best. A los siete minutos, cuando el árbitro yugoslavo Konstantin Zecevic ya había perdido el dominio del partido, la Bruja Juan Ramón Verón, sobresaliente figura de aquel equipo, cristalizó de cabeza el primer gol de la noche. La jugada de laboratorio había tenido el sello de Zubeldía: centro pasado al segundo palo desde la izquierda, a la salida de un tiro libre, y cabezazo de Verón, apareciendo sin marca para aprovechar la distracción de la defensa contraria. 
Con la ventaja a su favor Estudiantes se encontró en una situación inmejorable. Manejó el partido a su antojo y jugó con la desesperación del Manchester. Bilardo, el edecán de Zubeldía dentro de la cancha, exprimió cada circunstancia del juego para enfriar los avances locales. Zecevic tuvo que interceder en más de una ocasión para evitar una batalla campal. Sobre el final, Medina se agarró a trompadas con Best y los dos fueron expulsados. El United, a través del escocés Willie Morgan, empató a los noventa minutos pero no hubo tiempo para más. Estudiantes fue campeón del mundo y dio la vuelta olímpica ante 63 mil personas que entonaron un ensordecedor “animals, animals”. 
Zubeldía confió en su equipo desde el primer momento y con el tiempo recogió los frutos. Sabía que no iba a ser fácil que los poderosos aceptaran la irreverencia de un club chico decidido a asaltar el protagonismo. El 16 de octubre de 1968 Estudiantes, contra todo pronóstico, tocó el cielo con las manos amparado en una breve consigna que su entrenador escribió en una pizarra del vestuario visitante de Old Trafford. “A la gloria no se llega por un camino de rosas”, decía la frase.

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