El Comité Olímpico Internacional se reunirá en pleno en Buenos Aires, el próximo 7 de septiembre, para definir, entre otras cosas, al futuro presidente del organismo y a la sede de los Juegos Olímpicos 2020. Madrid, Estambul y Tokio son las ciudades que pugnan por recibir el evento, e intentan agudizar el ingenio para ganar la votación que incluye a un centenar de delegados.
La elección de las sedes se realiza mediante un sistema de rondas sucesivas, en las que se elimina la ciudad que obtenga la menor cantidad de votos hasta que sobrevivan sólo dos candidaturas, y en el sufragio final una de ellas se imponga sobre la otra. En la carrera por la organización de los JJOO 2020 las aspiraciones de Bakú, Doha y Roma no cumplieron los requisitos mínimos exigidos por el COI, por lo que sólo Madrid, Estambul y Tokio se mantienen con chances de ser elegidas.
Las tres ciudades candidatas, con propuestas y argumentos dispares, buscarán encontrar el mensaje unificador que les permita captar las voluntades de los presidentes de los comités olímpicos, los representantes de las federaciones internacionales, los atletas y todos los miembros independientes que decidirán la sede con su voto.
PROPUESTA DE MADRID
La capital española propone una candidatura austera. Víctima de los proyectos ostentosos que le hicieron perder la sede de los Juegos Olímpicos 2012 y 2016, Madrid intenta demostrar que está prácticamente lista para recibir el evento. En caso de ser elegida, sólo deberá invertir dos mil millones de dólares, contra los casi cinco mil millones de Tokio y los 17 mil millones de Estambul.
Víctor Sánchez, el presidente del proyecto de Madrid 2020, cree que la austeridad es el mensaje común con el que cuenta la capital española para convencer a los delegados olímpicos de múltiples culturas y nacionalidades. “Ese criterio general es muy difícil de generar. Imagina que tienes que convencer de las bondades de un buen proyecto, con un mismo discurso, a un foro formado por periodistas, taxistas y comerciantes. ¿Qué les dirías? El punto común puede ser algo que ni siquiera se te haya pasado por la cabeza”, consigna Sánchez en una entrevista en el diario madrileño El País.
Brasil consiguió ese punto común cuando, con menos infraestructura y un proyecto menos ambicioso, se presentó como el abanderado de Sudamérica, virgen hasta entonces en la organización de unos Juegos Olímpicos. El COI, considera Sánchez, intentó enviar con su elección del gigante del sur un mensaje para África o los países árabes, un “ustedes pueden ser los próximos”. Por eso, siempre según el presidente del proyecto de Madrid 2020, el organigrama austero de la ciudad española puede constituir “un mensaje asumible por la gran mayoría de los aspirantes, porque no se trata de una quimera ni de gastarse el oro y el moro, sino de configurar un modelo exportable”.
Madrid 2020 se convirtió prácticamente en una cuestión de estado para los españoles. El presidente Mariano Rajoy aseguró en una reciente conferencia de prensa que harán todo lo posible para convencer al COI. También aporta su esfuerzo Felipe, el Príncipe de Asturias, el ex dirigente olímpico Juan Antonio Samaranch, el presidente de la comunidad de Madrid Ignacio González y, lógicamente, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella.
Para evitar contratiempos en la votación, el Gobierno español decidió poner un alto al conflicto con Inglaterra por el peñón de Gibraltar. Un cuarto de los votantes son representantes de países de la Commonwealth, por lo que incluir el tema en la disputa podría ser autodestructivo. En 2005 Madrid ya sufrió un revés por un tema similar, cuando Alberto de Mónaco preguntó, en plena exposición de los ponentes españoles, por la organización terrorista ETA. La falta de respuestas sepultó las ilusiones madrileñas y los Juegos Olímpicos fueron para Londres.
Los puntos altos de la candidatura de Madrid están en la Villa Olímpica, cuya construcción será destinada después de los JJOO para vivienda. También en las telecomunicaciones, los servicios médicos, el alojamiento y el transporte, considerado uno de los mejores de Europa. La seguridad, desde la renuncia de ETA a la lucha armada, es un aspecto elogiable. El COI, tal cual expuso en ocasión de las anteriores presentaciones de España, valora que la inversión que deba hacer Madrid sea simplemente para perfeccionar la infraestructura y los servicios que ya están edificados y funcionando con normalidad. Es muy importante también el apoyo de la gente –la aceptación está por encima del 80%- y la experiencia deportiva de España en la organización y recepción de eventos deportivos de tal magnitud en el último tiempo, un plus con el que no cuentan ni Estambul ni Tokio.
No obstante, hay algunos apartados que siguen preocupando a los votantes, como por ejemplo la incertidumbre económica de España de aquí al futuro. Si bien se entiende que el punto álgido de la crisis europea ya fue superado, la otra cara de la austera candidatura madrileña encierra una asumida debilidad económica. Como consideró el diario El País, “Madrid intenta organizar unos Juegos de éxito con la mínima inversión posible, apoyado en la pasión española por el deporte”. Al mismo tiempo, la renuncia de Roma como posible sede, afectada por problemas económicos, genera un precedente en contra que algunos de los delegados olímpicos podrían tener en cuenta.
A diferencia de los Juegos de Barcelona 1992, los de Madrid no constituyen una inversión, y menos aún una ganancia, ya que se sabe que no generan ingresos. En 1992 España, que contaba con el apoyo de Samaranch, entonces presidente del COI, vio la posibilidad de invertir en los JJOO para que Barcelona, que hasta ese momento era una ciudad de espaldas al mar, vetusta y anacrónica, se convirtiese en uno de los centros turísticos de Europa. El propósito se logró con creces, y hoy Barcelona es una de las ciudades españolas que más visitantes recibe por año, además de haberse constituido como el motor económico de la península ibérica.
Con pros y contras, Madrid es la gran candidata a quedarse con la organización de los JJOO 2020.
PROPUESTA DE ESTAMBUL
Será la quinta apuesta de Turquía por albergar los Juegos Olímpicos tras los intentos de 2000, 2004, 2008 y 2012. Su caballo de batalla es la oferta de organizar unos JJOO en Asia y Europa al mismo tiempo. El proyecto es distribuir las disciplinas a un lado y al otro del estrecho del Bósforo, lo que genera al unísono la necesidad de crear infraestructuras para el alojamiento, el transporte y sobre todo la seguridad en ambos extremos de la ciudad, una de las cuentas pendientes de Estambul.
Los representantes turcos intentan hacerse eco de lo que en su momento dijo Samaranch, cuando aseguró que el objetivo del COI es rebasar las fronteras y apelar a la alianza de las civilizaciones. Estambul se ajusta perfectamente a ese criterio, y la realización de unos Juegos Olímpicos en Turquía puede ser una apertura al culto musulmán, en una de las ciudades más ‘europeas’ del este.
En Estambul coincide el islamismo más ortodoxo con una multiplicidad de religiones occidentales que acercan a la ciudad al clima de cualquier capital de Europa. Es una región exótica y multicultural que puede servir de base para que el COI construya un puente entre Europa y Asia, entre una misma ciudad y dos continentes.
No obstante, la gran contra que debe superar Estambul es la carencia de infraestructura. Si bien los Juegos Olímpicos son realmente una cuestión nacional, y desde 2000 la ciudad destina inversiones millonarias a la creación de instalaciones, aún necesita 17 mil millones de dólares para llegar en condiciones a los JJOO 2020. El transporte, las telecomunicaciones y la seguridad son aspectos a mejorar en la consideración del COI, que al mismo tiempo valora el compromiso del gobierno turco de facilitar los ingresos de los inmigrantes y liberar las aduanas. El compromiso político para con los Juegos y la aceptación de la gente, que alcanza casi el 90%, pueden ser determinantes en la votación.
A diferencia de la incertidumbre económica que persigue a Madrid, los delegados olímpicos saben que Turquía es una potencia económica emergente, y que posiblemente en 2020 el aparato financiero del país será mucho más prospero que en la actualidad.
Sin embargo Estambul carga con el peso de ser, contrariamente a Madrid y Tokio, una ciudad colmada de conflictos políticos. Aquello que trata de evitar España con el alto al fuego en la polémica con Inglaterra por Gibraltar, no lo puede eludir Turquía con las revueltas de los indignados y la represión de las fuerzas de seguridad a flor de piel. Recep Tayyip Erdogan, el primer ministro turco que estará en Buenos Aires el 7 de septiembre, es un férreo creyente musulmán que gobierna con mano de hierro, y que no ha dudado en repudiar públicamente los movimientos por los derechos civiles y el laicismo de los protestantes que intentaron edificar una “primavera” turca.
Por último, aunque no menos importante, otro de los puntos que atentan contra la candidatura de Estambul es que Turquía se postuló también para albergar la Eurocopa 2020. Al COI no le cae en gracia que la misma ciudad reciba, con menos de tres meses de diferencia, dos eventos de convocatoria masiva.
Estambul es la ciudad que menos aceptación tiene entre los votantes, pero puede dar el golpe con el recurso de la apertura del deporte olímpico al mundo islámico.
PROPUESTA DE TOKIO
Tokio es la única de las tres ciudades que cuenta con la ventaja de poder demostrar un trabajo similar realizado con anterioridad, ya que organizó los JJOO de 1964. En aquella oportunidad, la ciudad se modernizó totalmente y empezó a convertirse en la mole tecnológica que es en la actualidad. Los Juegos le sirvieron a Japón para volver a mirar al mundo a los ojos luego de la Segunda Guerra Mundial, y exhibir el progreso y la recuperación de un país que había quedado destruido tras el conflicto y las bombas atómicas de Nagasaki e Hiroshima. Ahora, los representantes japoneses intentan usar ese precedente para inclinar a su favor la balanza de la experiencia deportiva.
El COI considera que el proyecto de Tokio 2020 es, de los tres, el más completo técnicamente, con estadios techados, desplazamientos fluidos y un evento interconectado con el mundo. Al mismo tiempo, la solvencia económica del país y la capacidad organizativa juegan a favor de la candidatura, igual que los servicios médicos, el transporte, la seguridad y el alojamiento.
La simpatía internacional tras el maremoto y la crisis nuclear de Fukushima constituyen también aspectos positivos, aunque generan dudas respecto al medio ambiente y la meteorología. Si bien suena raro, el COI tiene muy en cuenta este apartado y por ello una de las exigencias de la presentación inicial es que cada sede configure una fecha estimada para la realización del evento. Tokio propuso que los Juegos Olímpicos se realicen entre el 24 de julio y el 9 de agosto, una época del año en la que en Japón la temperatura media oscila entre los 26 y los 29 grados, y las tormentas son muy esporádicas.
En contrapartida a las otras dos candidaturas, el apoyo popular es muy bajo, y la aceptación no supera el 70% entre los japoneses. No obstante, el COI cree que esto no tiene que ver tanto con la población en sí, sino con una falencia comunicativa de los organizadores. También puede atentar contra la designación de Tokio la realización de los Juegos de Invierno en Pyeongchang, Corea del Sur, en 2018. Generalmente el Comité Olímpico Internacional buscar evitar que dos citas se sucedan en países cercanos.
En el proyecto elevado al COI, los representantes de Tokio 2020 estimaron que sería necesaria una inversión de cinco mil millones de dólares, aunque la cifra es estimativa y podría incrementarse si se tiene en cuenta que Japón aún debe solucionar los problemas del maremoto de 2011.
Tokio está por encima de Estambul en la consideración general, pero por debajo de Madrid. Posiblemente sea, de las tres, la ciudad que menos está explotando sus posibilidades.
Con las cartas sobre la mesa, los representantes de cada candidatura tendrán la posibilidad de exponer sus argumentos el 7 de septiembre en Buenos Aires, ante los 104 delegados olímpicos, de los cuales votarán 99, ya que los cinco restantes pertenecen a los países candidatos y tienen vedada la participación. Además, 1500 millones de televidentes de todo el mundo seguirán la transmisión en vivo.
La ciudad elegida tendrá, como todas las sedes anteriores, siete años para preparar la cita. Sólo resta saber cual de los proyectos se impondrá: la austeridad de Madrid, la tenacidad de Estambul o la tecnología de Tokio.
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