Los conventillos porteños fueron
durante los primeros años del mil novecientos el pasaje obligado de los inmigrantes que
llegaban a la Argentina. Entre el hacinamiento de ese micromundo marginal y los
colores de Boca creció José Stella, un hijo de italianos que rápidamente se hizo
conocido en la cancha del Xeneize por ubicarse, partido tras partido, detrás
del arco de Américo Tesoriere.
El arquero, que por esos años era
una de las figuras del club y uno de los promotores del profesionalismo desde
el amateurismo marrón, se familiarizó con el joven y le ofreció ser la mascota
del equipo. A partir de entonces cada vez que Boca salía a la cancha, Stella
acompañaba a los jugadores en la foto inicial. La tendencia se reprodujo hasta
que el hijo de inmigrantes fue lo suficientemente grande como para ganarse el
apodo de Pepino El Camorrista.
Quien fuese la mascota del club con
el tiempo se convirtió en lo que hoy sería conocido como un barra brava.
Viajaba junto con el equipo a costa de los jugadores, comandaba un grupo de
choque y tenía acceso a la intimidad del vestuario. La amistad que unía a Tesoriere
con Stella era una de las claves para entender los privilegios de éste último.
De hecho, tal era la relación, que el arquero, habitué en la selección argentina,
le consiguió un lugar en el barco que transportó al equipo nacional al Sudamericano
de Uruguay en 1924.
En dicho torneo, predecesor de la
actual Copa América, Argentina fue subcampeona detrás de los locales. Pese a la
frustración por no haber alcanzado el campeonato al margen de que Tesoriere
mantuviese el arco invicto (se disputó mediante sistema de todos contra todos a
una rueda, sin eliminación directa), los hinchas argentinos se acercaron hasta
el hotel Colón, donde estaban hospedados los jugadores argentinos, para
celebrar el segundo puesto. El festejo tenía sentido, Uruguay era campeón
olímpico y el gran dominador del fútbol sudamericano y mundial.
Los futbolistas criollos,
agradecidos por el gesto, se asomaron al balcón del hotel para saludar a los
seguidores hasta que un hincha uruguayo borracho los insultó despertando la ira
de los argentinos, que comenzaron a golpearlo con violencia. Desde un bar
ubicado enfrente del hospedaje salió un grupo de jóvenes en defensa del atacado
entre los que estaba Pedro Demby, un bancario oriental de 26 años que además se
destacaba en el remo por su contextura física.
Al parecer Demby volteó un par de
hinchas argentinos, al punto tal que los jugadores decidieron bajar a defender
a sus compatriotas. Las crónicas de la época narran que varios de ellos bajaron
armados e incluso destacan la voracidad con la que Segundo Médici, central
boquense, se deshizo de sus contrincantes. Lo cierto es que entre el alboroto
Demby fue en búsqueda de quien había comenzado la trifulca golpeando al
borracho y que sin mediar palabra lo ultimó de un disparo en el cuello. El
autor del crimen era, aparentemente, Pepino El Camorrista.
A partir de entonces la historia
se divide, alterando incluso el nombre del protagonista. La más fuerte de las
versiones indica que Cesáreo Onzari, delantero argentino y una de las primeras
glorias del fútbol argentino, conocía al agresor y lo ayudó a escapar de la
multitud. Acto seguido el asesino tomó el vapor de la carrera Artigas, que extrañamente
y sin ninguna razón zarpó una hora antes de lo estipulado, y regresó al país antes
que los jugadores. Dante Panzeri indica en su libro “Burguesía y gangsterismo
en el deporte” que el culpable pudo evitar ir a la cárcel gracias al inocente
testimonio de un policía que dijo haberlo visto en La Boca al momento de los
hechos, cuando en realidad cruzó a su supuesto hermano mellizo. Panzeri, de
todas formas, confunde el apodo de Stella y sin citar su verdadero nombre se
limita a llamarlo Pepito.
Con el tiempo la Justicia uruguaya
inició la investigación y llegó hasta el hipotético agresor gracias a un
sombrero que éste olvidó frente al hotel. La etiqueta del objeto remitía a un
local de La Boca: Casa Grande & Marelli. Más tarde la historia se embarró y
se culpó a un tal José Lázaro Rodríguez, que también hincha de Boca era apodado
Petiso. El asunto se enmaraña cuando de Rodríguez y Stella se termina haciendo
un mismo personaje. Nunca quedó demasiado claro quién fue el autor material y
si verdaderamente, como trascendió, éste pasó cerca de un año y medio en la cárcel
de Devoto. La única certeza es que la Justicia argentina no aceptó deportarlo.
El diario La Nación señaló que
los hechos ocurridos el 2 de noviembre de 1924 no debían tomarse como un suceso
aislado ya que podían marcar el futuro de las prácticas deportivas. Lo único
cierto es que el crimen de Demby, el primero del que se tiene registro por
éstos lares, quedó tan impune como los más de doscientos que le sucedieron.
Yo te escribo desde Barcelona. Te explico. de aquello me acuerdo, aunque remotamente. Aquí, en Barcelona, los Boixos NOIS ( los chicos locos) del Barcelona, también asesinaron a un seguidor del Español de Barcelona que por cierto era residente francés, detrás de lo que era el antiguo campo de Sarrià. Los imbéciles están por doquier. Pero de eso, la prensa blaugrana, siempre se ha destacado por ocultarlo. Este es un país en donde todo está politizado y se ven las cosas desde el prisma en que se quiere. Hasta a Messi le han buscado parentezco con la genealogía catalana. Los asesinos son todos aquellos en que el futbol les prima más que la conciencia. y de eso se vale el sistema. Si ahora no hubiera futbol en España, loas calles estarían ardiendo. Salut
ResponderEliminarEl primero de un montón más que sucedieron. Siempre los barras estan empañados por la Policia, algunos jugadores, dirigentes, etc.
ResponderEliminarUna historia que lamentablemente no parece cambiar.
A ver... este hecho sucedió en el 24, es decir en el primer cuarto de Siglo XX.., hoy estamos transitando los primeros 11 o 12 años del Siglo XXI y parecería que TODO SIGUE IGUAL y que aún NO HEMOS APRENDIDO NADA, respecto de La Violencia en El Fútbol..!! Quizá para comienzos del próximo Siglo, la humanidad logre erradicar este GRAN PROBLEMA llamado BARRAS BRAVAS. Abrazo Futbolero
ResponderEliminarGolfos y degenerados hay siempre tio ,parece que no aprendemos de estos casos amigo Matias , un saludo y feliz año ¡¡
ResponderEliminarHola
ResponderEliminarMuy lamentable. La violencia no tiene sitio en el fútbol.
¡Feliz 2012!
Acabar con la violencia en el fútbol y el deporte en general es todavía una asigntura pendiente de la sociedad. Saludos.
ResponderEliminarExcelente entrada, no conocía esta historia y menos que menos la existencia del Camorrista. Igualmente, este barrabrava tenía alguna diferencias con los de ahora. Datos oficiales indicando que estos "asesinos" comienzan a relacionarse con nuestro fútbol a partir de la década del '50.
ResponderEliminarCon respecto a mi blog, no te hagas problema, no es que vos no pasabas hace tiempo, sino que yo no publicaba hace tiempo.
Éxitos Matías.
Es increíble que continue la impunidad en estos casos por décadas y décadas hasta la actualidad. Aprovecho yo también para saludarte Matías.
ResponderEliminarTe deseo un gran 2012!
Un abrazo
Matías: estas historias ocultas son las que más nos deben movilizar.
ResponderEliminarUn abrazo y que tengas un año cumplidor de sueños.
Como de costumbre, la falta de respeto, eduacación y violencia del otro lado del Rio siempre empañando todo. Vergüenza total
ResponderEliminarhttp://d-coleccion.blogspot.com/
Siempre que me paso por aquí, aprendo algo nuevo, y te doy las gracias por ello Matías! Es importante conocer el pasado para no repetir los mismos errores en un futuro.
ResponderEliminarUn saludo!
pero que historia más entretenida amigo, te quiero felicitar por el blog y por la forma en presentar las historias y posts, tienes un don para la escritura y me gusta venir a leer, aprender y entretenerme en ti blog
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